16 de mayo de 2008

Manolo Chinato

TRES PUERTAS

Una sola puerta de tres, abierta.
Una sola puerta.
Enfrente, la montaña.
Pasa la nube inmensa;
toda suya... todo suyo.
Huracanes de vientos;
lluvia andante semiparalela
y en todo el monte funerales alegres, naturales,
de hojas muertas.

Los cabellos terráqueos danzan todos iguales
al son de trompetas invisibles que vienen de los mares.

Llegó el otoño; llegó la muerte...
¡Mas no para todos!
Hoy morirán hojas y animales.

Mas no morirán para siempre y, en su transformación de mañana
darán
con más calor
a la tierra,
de su muerte,
pasado mañana,
brotes de espeanza.

Y yo no he muerto.
Me alegro de la lluvia
y me alegro del viento.
Si tengo frío, me caliento;
si tengo miedo, ¡Que no lo tengo!,
susurro y pienso...
y para mañana
ya me he comido mi pequeña ración de esperanza.

Una sola puerta de tres, abierta.
Una sola puerta INMENSA.



QUE NO QUIERO SER TANTO

Que no quiero ser tanto.
Quiero vivir en mi tierra
agrietada de manantiales cristalinos,
andar un poco más lejos que las fronteras
por la sublima añoranza del regreso.

Que no quiero ser tanto.
Quiero ser un poco de sol y un poco de noche,
quiero ser viento y calma,
tormenta, lluvia y olor de tierra mojada.

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